Hala. Si de lo que se trata es de legitimar el movimiento antiprohibicionista, con lemas oficiosos como éste estamos aviados. En todo caso, como ya anunciamos, el equipo de doshermanitas estuvo allí al completo, en el marco de una UTB (Unión Temporal de Blogs) con no sabemos si el
manifestómetro o el
palimpsesto, que lo mismo nos da. Seguimos sin saber por qué se llama marcha, puesto que allí sólo se movían las posaderas del césped para ir por cervezas o entrar a mear, con los ojos inyectados en sangre a las cafeterías pijas de la plaza de Oriente. La puntualidad, dicho sea de paso, tampoco está entre las virtudes de este colectivo, pues si la convocatoria era a las 18.30 la cosa no se empezó a animar hasta las ocho.
El acto fue como era de esperar. Un botellón con porros. Es jodido el tema de los bongos y las rastas sobre todo cuando, como ayer, la media de edad del grupo que teníamos al lado rondaba los 14 años y se estaban fumando unas trompetas de 30 centímetros. Como dice alguno, "yo paso por cualquier otra cosa. Que una chica sea un poco lenta o que sea pija, pero, por favor, la higiene es lo primero". Ya se lo imaginan, así que no me extenderé. Malabares, porros, cerveza, algo de calimocho, y bongos, muchos bongos. Al principio había dos grupos compitiendo entre sí para ver quién hacía más ruido, aunque después un tercero empezó a tocar más o menos bien. Los de los bongos pioneros se debían creer que el haber comenzado antes les otorgaba algún tipo de prebenda, porque siguieron aporreando aun cuando los que tocaban bien habían creado un corrillo a su alrededor. Vamos, que desde que llegamos hasta que estos irreductibles aceptaron su derrota dieron guerra como para agotar las existencias de Gelocatil del distrito Centro.
En todo caso, lo mejor era el entorno. No sólo porque es la misma Plaza de Oriente que años ha petaban los que "luchaban contra el franquismo desde dentro" o porque probablemente hacía el mejor día de esta primavera. No, lo cachondo era distinguir, entre una nube de humo digna de la heroica siderurgia soviética, a los guiris atónitos y aferrados a su plano como si fuese un salvoconducto, a las parejas bien que querían dar un romántico paseito ("que la Francisco de Vitoria está en Las Rozas!", le fue espetado a uno que llevaba jersey sobre los hombros), a los ancianos jodidos porque los domingos no hay obras e, incluso, a una niña haciéndose las fotos de primera comunión con una fumada colectiva como bucólico telón de fondo.
En realidad, la cosa de reivindicativa tenía poca. Fue ejemplarizante nuestro comportamiento cuando, a la sombra de la estatua de Ramiro, un rey godo del año del catarro, una turista pija nos pregunta qué es eso, si es un botellón, y si se hace todos los sábados. Prosopopeyo se erigió en portavoz, tratando de ganar algo de respetabilidad para sí y para la causa, porque tiene más labia que el resto y porque él creía que iba más sobrio que los demás. Empezó con el discursito tras una pausa: "Se trata de una concentración para pedir la lega, lega..." y ahí se quedó con la lengua trabada e incapaz de articular palabra hasta que le chivaron por lo bajines "marihuana" y ya pudo dejar que la pija se alejase más convencida todavía de que la juventud está enferma.
Las pastitas del jardinero engañan, que te crees que te ríes porque estás contento pero llevas un colocón de cuidado... Pastitas, por cierto, que no fueron del gusto del tío que vendía magdalenas de maría a un euro, con el que hicimos un intercambio de productos de la tierra. "Está muy seco", dijo el cabronazo para que le diésemos cerveza, pensamos, pero no, lo volvió a repetir después de haber bebido. En realidad estaban cojonudas, pero con el resequillo que dejan los porros, es normal que el hombre no pudiese decir Pamplona con soltura.
Con las horas la cosa fue derivando como consecuencia de la ingesta de los susodichos dulces y de la fumada general. Empezaron a aparecer los típicos rastas de esos que se quedaron con un tripi y cuyo cerebro, convertido ya en paté, sólo les da para hacer como que mueven. Había un tío con una camiseta de la selección española y un brazo escayolado que se subió a bailar a una farola. Otro, que se había confundido de droga, tocaba las maracas como un chamán africano en pleno éxtasis aun cuando lo que sonaba en ese momento era un grupo en directo que tocaba bastante bien un rock'n roll... Pues eso. Me remito de nuevo al tema del desfile del orgullo gay. No era, ni por asomo, nuestro ambiente ni creemos que vaya a servir de gran ayuda para la causa esta. Pero de un modo u otro es algo que alguien tiene que hacer. Por lo demás, nos lo pasamos de puta madre y llegamos a interactuar levemente con el entorno; nos hicimos amigos del de la tienda de chinos (que era dominicano) y descubrimos cosas sobre los reyes godos. Primero, que el gañán del escultor, que debía ser de San Clemente, les puso números árabes a los reyes godos en vez de romanos (qué lío) y segundo, que Alonso 2º ¿el hijo de Ramiro 1º? perdía más aceite que un camión de Campsa. Con qué porte llevaba la cota de malla ajustada, qué mandíbula afilada y, sobre todo, qué cetro, madre mía.
Notas del Jardinero:
Tras esta mirada crítica de Pierre, me gustaría destacar el buen rollito de los asistentes y la ausencia de incidentes violentos, que suelen darse ligados al consumo de alcohol y a las masas reivindicativas; otro motivo más para legalizar la marihuana.
Lamento la falta de testimonio gráfico y os aconsejo a todos revisar la carga de las baterías de la cámara antes de salir de casa.